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Cocina otomana, patrimonio cultural de Turquía

Los pueblos que realizaron el largo viaje desde Asia hasta Anatolia eran portadores de una cultura que se fue enriqueciendo con elementos de todas las regiones recorridas hasta llegar a su nueva patria, que con sus propias características terminó de modelar la cultura otomana.

Tres mares (Mar Negro, Mar Egeo y Mediterráneo) y dos estrechos (Estrecho de Estambul y Canakkale o Dardanelos) conectaban tierras de gran fertilidad que permitían a sus habitantes disponer de frutas y verduras frescas durante todo el año.

La suavidad del clima y la belleza del paisaje dieron como resultado una cultura gastronómica que es una de las tres más grandes del mundo: la cocina otomana, todo un arte del comer pues con humor, prudencia y sabiduría, es mucho más que el lugar donde se preparan los alimentos.

Por ejemplo los comedores son decorados por maestros calígrafos con frases como: “El que come poco come todos los días” o “El que come mucho come sólo una vez”. La mesa ocupa un lugar central y en ésta es muy importante la ubicación de los ingredientes, guarniciones, panes y bebidas y también la de las personas a su alrededor. Al mismo tiempo, la conversación en la mesa está impregnada de proverbios y se cuida mucho no tocar temas que podrían molestar o provocar problemas.

La mesa tradicional prevé distintos momentos y circunstancias; por ejemplo la mesa familiar, la mesa colectiva, los días especiales como bodas o circuncisión o la mesa de Ramadán; también se cuenta la mesa de Muharrem que es el primer mes del calendario lunar.

Generalmente las familias se reúnen en torno a la mesa dos veces al día: para el desayuno o almuerzo, y para la cena. El primer plato es una sopa, le sigue un plato de carne con pilaf, un plato de pastas y un postre o fruta, en el marco de los rituales religiosos y costumbristas correspondientes. Por otra parte una comida otomana sin pan es inimaginable; el pan de maíz del Mar Negro y las baguettes de Estambul se consideran entre los más refinados.

Dediquemos un párrafo al ritual del café. No importa qué se haya comido, el café constituye el final obligado de la comida. Tiene su importancia en la vida diaria, y sus propias anécdotas, expresiones y tradiciones como la adivinación en la borra del café.

El café puede ser amargo, dulce o semiazucarado, depende de la hora del día en que se beba. Al café de la mañana se le puede añadir leche, y la taza de café acompaña los momentos de descanso y las reuniones, aunque algunos prefieren una taza de té, haciendo honor al proverbio que dice: “El té un hombre muy sabio descubrió, dos a la mañana, una antes de la cama”.

Foto: Vía Wikicommons